lunes, 9 de septiembre de 2013

Fotógrafo puede ser cualquiera

Existía en la redacción un chascarrillo recurrente para felicitar indirectamente al fotógrafo por un buen reportaje: “Buenas fotos, tal. ¿Qué se te ha caído la cámara al suelo?” La pregunta en sí estaba algo ya manida, pero a mí siempre me hacía gracia. La respuesta posterior dependía de la personalidad de la víctima y del día que hubiera tenido. Había foteros que entraban al trapo y otros que alargaban el momento jocoso.

Aquella simple cuestión encierra más significado del aparente. Incide en el papel del fotoperiodista, cada día más devaluado y prescindible. “Si piensas que es así de fácil, entonces hazlo tú mismo”, me llegó a mi muro de Facebook procedente de una campaña para defender el rol del fotógrafo profesional en los medios de comunicación. Chungo si la dignidad de un trabajo depende de movimientos tipo “Salvemos al lince ibérico”.

El diario estadounidense Chicago Sun Times ha anunciado que va a despedir a su plantilla de 28 cámaras y que va a enseñar a sus reporteros nociones básicas de fotografía desde el iPhone. La noticia no aclara si son los plumillas los que tendrán que poner de su bolsillo el dispositivo. Me lo puedo imaginar. La idea es más rapidez y más material audiovisual. ¿Nos lo creemos?

Sí me sé las consecuencias porque las he visto en directo en otros periódicos. Primero prometían a los redactores un complemento por asumir más funciones y luego terminabas comprando hasta las pilas de la cámara. Es lo del periodista multimedia, que las empresas mediáticas se han encargado de identificar con el futuro de esta profesión, que como el Facebook, nadie sabe a dónde va. Al jefazo lo pondría a tomar fotos (por supuesto, siempre susceptibles de ser portada), notas, grabar a la misma vez y contarlo casi a la velocidad de la luz. Por eso es bueno no confundir multimedia (que no multimierda) con la omnipresencia, atributo, según la RAE, solo de Dios.

                                            Foto tomada de queanimalada.net

Y eso que hubo un tiempo en que los fotógrafos ganaron dinero, incluso bastante. El director del festival de fotoperiodismo más importante del mundo, Visa pour l’Image, Jean-Francois Leroy, sostiene que hoy solo algunas docenas de fotoperiodistas viven decentemente de su trabajo. “Explicar una historia real no está al alcance de todos. En cambio, hacer fotos decentes, sí”, concluye para dejar claro que uno no es fotógrafo solo por captar imágenes o por dominar la técnica. El fotógrafo madrileño afincado en Río de Janeiro Rafael Fabrés cree que la crisis de esta profesión no es cuestión de dinero, “sino de interés”.

Y ahí están esas decenas de fotógrafos privilegiados sobreviviendo y cubriendo ruedas de prensa y partidos de fútbol a 300 por hora porque son los únicos que quedan. Las otras modalidades son aún más indignas: freelance o cobrar una miseria por imagen publicada. Leí en algún lado que hay reporteros de guerra que se iban sin ningún tipo de contrato o seguro a las zonas calientes del mundo. La evolución de todo esto se ve en un hecho relevante: antes los fotógrafos vivían de lo que trabajaban para uno o varios medios de comunicación o agencias y se sacaban un dinero extra de la BBC (bodas, bautizos y comuniones), hoy es justamente al revés.

Pienso que la única salida que les queda es su reivindicación a través de una reinvención forzosa. Sé que eso es muy político y puede que no signifique casi nada, pero es mi humilde aportación. También pasa por una valoración de los profesionales del mismo sector. Nunca entendí que un periodista recibiera un premio por un reportaje y que al autor de las fotos no se le reconociera.

Aunque un pelín largo, me gusta el término de fotoperiodista porque creo que es lo que debe ser. Un tipo, que además de ser un flipado de los filtros y de los angulares, sepa lo que está pasando para captar esa realidad que los ojos son incapaces de registrar, que pregunte, que lea, que se involucre en el ambiente que tiene que reflejar, que hable y discuta con los policías para recordarles que las fotos en lugares públicos no están prohibidas, que saque el perfil malo del político, que discuta con el periodista para publicar la mejor instantánea, que no descuide la estética y que no trabaje nunca gratis.

Me encanta ver a foteros echar una carrera en mitad de un acto o arrastrados en la calle para tener el mejor plano y que se conviertan en la mejor fuente, por ser de primera mano, a pesar de que eso a veces les sea contraproducente al tener que recibir guantazos con su cámara colgada por tener que dar la cara (no olvidar que es la cara del propio medio). Sé que dirán: "sí, claro, más precariedad y yo encima voy con más profesionalidad". Sí, pero es la única salida que se me ocurre y así tal vez se os valore un poquito más.

Eso sí, nunca, nunca, nunca, les pidan que les retraten con su nieta y que luego le mandan el retrato. No lo harán y además puede que lo que envíen sea la cámara directamente a la cabeza.
    

4 comentarios:

  1. Me has dado (más) argumentos para mi nueva entrada en Horas contadas. Un vampiro, eso es lo que soy. Pero sólo copio lo bueno, ya lo sabes.

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  2. A eso se llama ahora Compartir. Escuché una frase de un community que decía: "¿Yo copio? No, sólo me inspiro. Por supuesto, que me puedes fusilar. Hay confianza.

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  3. Que weno compañero, cada día que pasa me da más el canguelo.

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  4. Compañero, bicho malo nunca muere, jajajajja. Gracias Erasmo y Josefina

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