lunes, 23 de septiembre de 2013

Derribando muros

Existe en el mundillo de la comunicación una apuesta silenciosa que consiste en pronosticar cuándo los periódicos dejarán de tirarse en papel. Se parte de la base directamente de la desaparición de las rotativas. La consultora estadounidense Future Exploration Network, que se dedica a asesorar a grandes firmas, pronostica que en España el papel impreso dejará de ser relevante en 2024. Años antes en Estados Unidos (2017) y en el Reino Unido (2019). Otras voces aseguran, en cambio, que los periódicos quedarán relegados en los quioscos al fin de semana, acompañados de suplementos.

Yo lo mido en generaciones. Mi padre, lector voraz en tinta, ya solo lo compra los fines de semana, yo dejé de invertir en prensa porque me apaño bastante bien con internet sin gastar un céntimo y el primo de mi mujer dice que cuando abre un ejemplar se siente raro porque le entran ganas de tocar las fotos para ampliarlas, porque necesita de vídeos para completar su necesidad noticiosa y porque cree que la magia de internet está en leer a tu antojo (el profesor de la Universidad de Navarra Ramón Salaverría (@rsalaverría) explica en profundidad los problemas y los cambios que han sufrido los criterios de la redacción periodística con la irrupción de internet en De la pirámide invertida al hipertexto). Yo me llevo con mi padre 30 años y con el primo de Ana menos de 10. Así marcha la evolución 2.0.

Estuve en febrero en Sevilla en el iCongress Andalucía Mass Media Social Media 2013, en el que se debatió el futuro de los periódicos en su formato tradicional. Allí estaban directivos de los grupos editoriales nacionales como Vocento o Prisa y me llevé dos certezas: la primera que Agustín Bravo, presentador de aquellas ponencias, sigue estando vivo y la segunda que las empresas no tienen muy claro a dónde van. Más o menos fueron a vender sus proyectos y que hacen todo lo que pueden. Así lo dejó a las claras hace unos días, José Joly, presidente de Grupo Joly, en la celebración del décimo aniversario de una de sus cabeceras, Granada Hoy (felicidades a los agraciados): “El periodismo no está en crisis, está en evolución”. Ya, pero ¿alguna pista más?

Cada cierto tiempo se escuchan cantos de sirena de que algún periódico generalista va a adoptar la fórmula del muro de pago (paywall) o alguna otra forma de suscripción, la última onda apunta a El Mundo. Sí parece claro que casi todos los medios tienen preparada estas opciones por si al vecino le funciona. Lo del paywall es que el lector disfruta de unos artículos mínimos gratis y si quiere más tiene que pasar por caja. Al New York Times, que ofrece 10 piezas gratis, le está funcionando, pero cuidado que no todas las cabeceras tienen la calidad del rotativo americano. El consultor de nuevos medios Jeff Jarvis dice directamente que su pequeño diario local es "una porquería" y se perdió al levantar el muro. Vamos que el público no pone ni un céntimo por leer ni tan siquiera la cartelera cinematográfica. La clave es saber si el digital es capaz de compensar la sangría del papel. Hasta ahora no ha funcionado.

En el iCongress, el director de Inteligencia de Mercado de Prisa, Adrián Segovia (@Asegovia), avisaba y con razón de que con el paywall, contradictoriamente, pagaban los fieles y no los esporádicos. Recuerdo que hace unos años El País y El Mundo decidieron que para leer sus informaciones completas en internet había que abonar. Es fácil imaginar lo que pasó. Los lectores huyeron en desbandada a otras fuentes informativas y al final tuviero que volver al todo gratis. Ahora la prensa generalista combina lo gratuito con sus quioscos digitales (Orbyt y Kiosko y más), en los que el suscriptor paga por ver las noticias en las tabletas.

En eso han invertido en los últimos años para adaptar sus contenidos a las nuevas demandas. La idea parece buena, menos para quioscos, repartidores y rotativas, pero no termina de cuajar. Es más barato, pero tampoco tanto, y luego es frecuente ver esos contenidos de pago circulando libremente por la red o resumidos en otra web a coste cero. Ahí está el Gobierno intentando poner vallas al campo con incluso penas de cárcel.

La idea es seguir enganchando al lector de toda la vida y aprovechar la oportunidad que aportan los iPads, pero ojo que el lector ya no solo disfruta abriendo su ejemplar mientras desayuna por la mañana, el de ahora quiere también ver antes de acostarse los goles del Real Madrid tras su partido en la Champions League de por la noche.
 
 
                                    Imagen de una rotativa, del Blog de La Manzana.

El director general de Estrategia Digital de Vocento, Juan Luis Moreno, sostuvo en Sevilla que “hemos dejado de percibir el valor de pagar por los contenidos”. Aunque en el grupo al que pertenece cree que aún existe un público dispuesto a abonar, es el de la generación del papel. No obstante, el primo de Ana admite que él se gastaría algún euro por algo diferente y útil a lo que hay en la red.
 
Es la teoría de no pagar por lo que es gratis. “Solo (por el público) estará dispuesto a pagar, si la calidad de la información, la escritura y el periodismo son claramente mejores, más precisos y más bellos que el resto de contenidos que se esparcen en internet por todas partes como el agua. Eso sí es gratuito”, concluye el director de The New Yorker, David Remnick. Por su parte, el periodista José Antonio Gavira considera directamente “que eso que dan gratis no es periodismo”, mientras que el guionista y reportero David Simon indica que pagar “es la única manera para evitar que el periodismo sea destruido por la corriente de los contenidos gratuitos”. Tampoco se trata de banalizar todo lo gratuito porque la radio lo es, funciona y además no se le cuestiona.

Jeff Bezos, que recientemente ha adquirido el Washington Post y cuyos movimientos son ahora mirados con lupa por la competencia, tiene claras tres cosas: que en 20 años no habrá periódicos impresos, que las noticias en internet tienen que ser gratis y que la gente está dispuesta a pagar por suscripciones de diarios en tabletas.

No digo que no, pero los medios que se lanzan a ese reto lo sufren inicialmente en sus cuentas (El tráfico de The Sun cayó un 60% tras el paywall). La clave está en canalizar esa demanda digital, que parece que la hay. Las cifras del OJD se leen a conveniencia, pero son números, y la gente lee y escribe más cartas que "en la época del Romanticismo". Es decir, la culpa no es del lector.
 

Lo peor es que las grandes cabeceras no parecen contar con demasiado tiempo para esperar a ver cómo se despeñan o triunfan otros para actuar. Lo que significa que tendrán que apostar ya si realmente siguen creyendo que la profesión y su negocio no está al borde de la muerte.

Esa incertidumbre cierta se podrá evitar de entrada comprendiendo al público y conociendo sus gustos. Jeff Jarvis subraya con una lógica aplastante que ya hay que pensar en los perfiles de los individuos. La tecnología lo permite. “Si sabemos que a una persona le importa realmente la Política y otra odia los Deportes, ¿por qué no empezar, al menos, tratando de darles a cada uno de ellos la relevancia que desean?” Jeff Bezos comulga con este concepto bajo su prisma puramente empresarial: "Lo primero es el consumidor. Inventar. Ser paciente". 
 
En este punto, y ya concluyo, recuerdo que en la Universidad de Málaga había un profesor que presagiaba que los periódicos estarían estructurados por secciones conjuntas e independientes y que el cliente llegaría al quiosco y seleccionaría su propio ejemplar: los Deportes de El País, la parte Local del diario de su pueblo, el apartado Internacional del ABC… Es decir, pagaría por lo que realmente iba a leer ese día. Puede que se equivocara solo en el canal: en vez del papel, esa magia de internet.  
 

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