Yo lo mido en
generaciones. Mi padre, lector voraz en tinta, ya solo lo compra los fines de
semana, yo dejé de invertir en prensa porque me apaño bastante bien con internet
sin gastar un céntimo y el primo de mi mujer dice que cuando abre un ejemplar
se siente raro porque le entran ganas de tocar las fotos para ampliarlas, porque
necesita de vídeos para completar su necesidad noticiosa y porque cree que la
magia de internet está en leer a tu antojo (el profesor de la Universidad de Navarra Ramón Salaverría (@rsalaverría) explica en profundidad los problemas y los cambios que han sufrido los criterios de la redacción periodística con la irrupción de internet en De la pirámide invertida al hipertexto). Yo me llevo con mi padre 30 años y con
el primo de Ana menos de 10. Así marcha la evolución 2.0.
Estuve en febrero
en Sevilla en el iCongress Andalucía Mass Media Social Media 2013, en el que se
debatió el futuro de los periódicos en su formato tradicional. Allí estaban
directivos de los grupos editoriales nacionales como Vocento o Prisa y me llevé
dos certezas: la primera que Agustín Bravo, presentador de aquellas ponencias,
sigue estando vivo y la segunda que las empresas no tienen muy claro a dónde van. Más o
menos fueron a vender sus proyectos y que hacen todo lo que pueden. Así lo dejó
a las claras hace unos días, José Joly, presidente de Grupo Joly, en la
celebración del décimo aniversario de una de sus cabeceras, Granada Hoy
(felicidades a los agraciados): “El periodismo no está en crisis, está en
evolución”. Ya, pero ¿alguna pista más?
Cada cierto
tiempo se escuchan cantos de sirena de que algún periódico generalista va a
adoptar la fórmula del muro de pago (paywall) o alguna otra forma de
suscripción, la última onda apunta a El Mundo. Sí parece claro que casi todos los
medios tienen preparada estas opciones por si al vecino le funciona. Lo del paywall es que el lector disfruta de unos artículos mínimos gratis y si quiere más
tiene que pasar por caja. Al New York Times, que ofrece 10 piezas gratis, le está funcionando, pero cuidado
que no todas las cabeceras tienen la calidad del rotativo americano. El
consultor de nuevos medios Jeff Jarvis dice directamente que su pequeño diario
local es "una porquería" y se perdió al levantar el muro. Vamos que el público no pone ni un céntimo por leer ni tan siquiera la
cartelera cinematográfica. La clave es saber si el digital es capaz de
compensar la sangría del papel. Hasta ahora no ha funcionado.
En el iCongress, el
director de Inteligencia de Mercado de
Prisa, Adrián Segovia (@Asegovia), avisaba y con razón de que con el paywall,
contradictoriamente, pagaban los fieles y no los esporádicos. Recuerdo que hace
unos años El País y El Mundo decidieron que para leer sus informaciones completas en internet
había que abonar. Es fácil
imaginar lo que pasó. Los lectores huyeron en desbandada a otras fuentes informativas y al final tuviero que volver al todo gratis. Ahora la prensa generalista combina lo gratuito con sus quioscos digitales (Orbyt y Kiosko y más), en los
que el suscriptor paga por ver las noticias en las tabletas.
En eso han invertido en los
últimos años para adaptar sus contenidos a las nuevas demandas. La idea parece
buena, menos para quioscos, repartidores y rotativas, pero no termina de
cuajar. Es más barato, pero tampoco tanto, y luego es frecuente ver esos
contenidos de pago circulando libremente por la red o resumidos en otra web a
coste cero. Ahí está el Gobierno intentando poner vallas al campo con incluso penas de cárcel.
La idea es seguir enganchando
al lector de toda la vida y aprovechar la oportunidad que aportan los iPads,
pero ojo que el lector ya no solo disfruta abriendo su ejemplar mientras
desayuna por la mañana, el de ahora quiere también ver antes de acostarse los
goles del Real Madrid tras su partido en la Champions League de por la noche.
El director general de Estrategia
Digital de Vocento, Juan Luis Moreno, sostuvo en Sevilla que “hemos dejado de
percibir el valor de pagar por los contenidos”. Aunque en el grupo al que
pertenece cree que aún existe un público dispuesto a abonar, es el de la
generación del papel. No obstante, el primo de Ana admite que él se gastaría algún
euro por algo diferente y útil a lo que
hay en la red.
Es la teoría de no pagar por lo que es gratis. “Solo (por el
público) estará dispuesto a pagar, si la calidad de la información,
la escritura y el periodismo son claramente mejores, más precisos y más bellos
que el resto de contenidos que se esparcen en internet por todas partes como el
agua. Eso sí es gratuito”, concluye el director de The New Yorker, David Remnick. Por su parte, el periodista José Antonio Gavira considera directamente
“que eso que dan gratis no es periodismo”, mientras que el guionista y reportero David Simon indica que pagar “es la única manera para evitar que el periodismo sea
destruido por la corriente de los contenidos gratuitos”. Tampoco se trata de
banalizar todo lo gratuito porque la radio lo es, funciona y además no se le
cuestiona.
Jeff Bezos, que recientemente
ha adquirido el Washington Post y cuyos movimientos son ahora mirados con lupa por la competencia, tiene
claras tres cosas: que en 20 años no habrá periódicos impresos, que las
noticias en internet tienen que ser gratis y que la gente está dispuesta a
pagar por suscripciones de diarios en tabletas.
No digo que no, pero los medios que se lanzan a ese reto lo sufren inicialmente en sus cuentas (El tráfico de The Sun cayó un 60% tras el paywall). La clave está en canalizar esa demanda digital, que parece que la hay. Las cifras del OJD se leen a conveniencia, pero son números, y la gente lee y escribe más cartas que "en la época del Romanticismo". Es decir, la culpa no es del lector.
Lo peor es que las grandes
cabeceras no parecen contar con demasiado tiempo para esperar a ver cómo se
despeñan o triunfan otros para actuar. Lo que significa que tendrán que apostar
ya si realmente siguen creyendo que la profesión y su negocio no está al borde de la muerte.
Esa incertidumbre cierta se podrá
evitar de entrada comprendiendo al público y conociendo sus gustos. Jeff Jarvis
subraya con una lógica aplastante que ya hay que pensar en los perfiles de los individuos. La tecnología lo permite. “Si sabemos que
a una persona le importa realmente la Política y otra odia los Deportes,
¿por qué no empezar, al menos, tratando de darles a cada uno de ellos la
relevancia que desean?” Jeff Bezos comulga con este concepto bajo su prisma puramente empresarial: "Lo primero es el consumidor. Inventar. Ser paciente".
En este punto, y ya concluyo, recuerdo que en la Universidad de Málaga había un profesor que presagiaba que los periódicos estarían estructurados por secciones conjuntas e independientes y que
el cliente llegaría al quiosco y seleccionaría su propio ejemplar: los Deportes
de El País, la parte Local del diario de su pueblo, el apartado Internacional del
ABC… Es decir, pagaría por lo que realmente iba a leer ese día. Puede que se
equivocara solo en el canal: en vez del papel, esa magia de internet.
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