miércoles, 7 de agosto de 2013

Becarios sin referencias

“Mal empezamos si lo primero que haces es arrebatarme el periódico”. Es lo primero que escuché de un periodista veterano en mi primer día de prácticas. Allí estaba yo en la entrada de Europa Sur con mi cara de pardillo (porque para qué vamos a engañarnos todo becario tiene pinta de asustadizo cuando entra y algunos también cuando salen) el primer día que me estrené en un periódico. El que me lo soltó fue Guillermo Ortega, a la postre uno de los maestritos (termino acuñado por el también maestrito Serranito @serranovalero) de los que aprendí este oficio de contar historias y que al poco descubrí su sentido de la ironía (confieso que soy el de tercer párrafo de Esos locos becarios).

De ese día también recuerdo leer en un papel amarillento colgado en una de las vitrinas de la anterior sede del periódico consejos inapelables de la profesión del maestro Gabriel García Márquez, mejor cronista que escritor. Se me quedó grabado no sé a cuento de qué de que un buen reportaje no debe escatimar en detalles (Pudo ser perfectamente esta sentencia, aunque la recuerdo más breve: “El reportaje, que es el género que amo, ha sido degenerado a la entrevista. El reportaje es la reconstrucción de un hecho tal y como sucedió en todos sus detalles. Y eso es cada vez menos frecuente en el periodismo: cada vez hay menos reportajes y reporteros en Latinoamérica”). Añado (aquí yo apostillando a García Márquez) esos detalles anecdóticos aparentemente insignificantes, pero cargados de simbolismo. Se trata de la destrucción masiva de las famosas 6W y de la pirámide invertida que habíamos aprendido en la Universidad. Y yo que me había salido en el examen de la asignatura de la carrera de Periodismo (renombrada ahora como Ciencias de la Información) de Lenguaje Informativo.

Fui becario todos los veranos de mi carrera, incluido radio y televisión, y fue el periodo en el que comencé a enterarme de qué iba eso del periodismo. Con sus muchas sombras, pero también con sus luces. En aquellos días me di cuenta de lo que significa el horario chicle (sabes cuándo entras, más tarde que el resto, pero no cuando sales) y que de juntar letras y titulando no iba a aparecer en el top ten de los más ricos de la revista Forbes.

                                                               Foto de Miguel Ángel Benedicto / APM 

Precisamente aquel que me “regañó” en mi primer día reflexionaba el 3 de julio en Nuevo periodismo (en minúscula) hace unos días sobre la devaluación de esta figura (cuando ya había parecido tocar fondo con el escándalo de Mónica Lewinski). “Los nuevos son mejores, estoy seguro, pero me temo que llegan demasiado tarde para engancharse al periodismo de siempre y demasiado pronto para el que surgirá cuando la profesión, como dicen los pomposos, se reformule”, apuntaba. Me inquieta qué pasará con ese cambio generacional, ambos fuera del mercado por diferentes circunstancias.

No se trata de una generación perdida, sino nada menos que dos, pero también me causa pavor pensar en esos becarios que entran ahora en las redacciones y no encuentran referentes, aunque solo sea para preguntarles el cargo de tal o cual político, a pesar de que dios Google te lo suelte en cinco segundos, pero no es lo mismo. Yo aprendí más observando y leyendo a los profesionales de mi entorno que con sus propios consejos. Además generaban un clima de seguridad que te invitaba a arriesgar.

Confirmo que es frustrante levantar la cabeza del ordenador y no saber a quién dirigirte. El otro día escuché a salto de mata en un programa de la SER (no puedo detallar la autoría, lo siento García Márquez) que lo que pasa es que no ha habido relevo generacional entre el periodista viejo y el nuevo, ambos en la calle. ¿Consecuencias? Muchas y malas. En ese camino se pierden fuentes, contactos, experiencias y lo principal, profesionales. Que como dicen en el fútbol son el patrimonio de los clubes.

Pensemos en los becarios de ahora. Carmen Rengel lo hizo el 3 de agosto en Becarios y el investigador Ramón Salaverría articuló en el post Tú también fuiste becario, publicado el pasado 22 de mayo, diez consejos de cómo tratar a estos nuevos profesionales (Ojo, sois becarios no esclavos y tenéis vuestros derechos). Me quedo con el noveno: “No seas cenizo… tus becarios sabrán incluso mejor que tú qué significa trabajar por un sueldo miserable. Así que no hace falta que se lo recuerdes cada minuto. Respeta su ilusión”. Es verdad que de la ilusión no se come, pero sé que se renueva infinitamente y además sirve para ir tirando. Y entre estas reflexiones aparece Carmen Delgado, que se acaba de graduar en Periodismo con 84 años. Quizás ella son los pequeños detalles simbólicos a los que se refería García Márquez.

PD: Guille, sabes que lo de arrebatarte el periódico fue sin acritud.

4 comentarios:

  1. "Me causa pavor pensar en esos becarios que entran ahora en las redacciones y no encuentran referentes, aunque solo sea para preguntarles el cargo de tal o cual político".
    Sabia reflexión y una verdad como un puño. En este mismo artículo hay otras muchas. El otro día una amiga de mi hija me dijo que quería ser periodista y la desanimé todo lo que pude. Es lo mínimo que puedo hacer. Y tranqui, que lo del periódico que intentaste sustraerme ya está olvidado. Un abrazo.

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  2. Buen trabajo con lo de amiga de tu hija, jajaja. Sé que no me guardas rencor, aunque podría entenderlo porque un periódico es un periódico.

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  3. Muy buena reflexión. Resulta inquietante pensar en el futuro laboral de los nuevos profesionales teniendo en cuenta la triste realidad laboral presente. Mi impresión es que el periodismo ha dejado de importar y lo que procuran las grandes empresas de comunicación (¿o sería más acertado llamarlas de propaganda?) es tener contentos a los políticos amigos y a quienes ponen la pasta. Saludos.

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  4. Qué razón llevas, Benjamín. Muchas veces veo que se está haciendo más periodismo en las redes sociales que en los periódicos. Es una mezcla de sentimientos entre pena por lo que fue y alegría por lo que viene. Saludos.

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