Recuerdo que fue por la tarde, a esas horas en las que se comienzan a entregar las páginas terminadas a los jefes y en las que los redactores cruzan los dedos para que no surja una noticia de última hora que te haga salir una hora o dos horas más tarde (Lo de paren las rotativas es un mito). La llamada sonó en mi teléfono como podía haber caído en el otro lado. Se trataba de un señor, por la voz mayor y por el sosiego con el que se expresaba contaba con todo el tiempo del mundo para hablar y hablar.
El hombre en cuestión estaba a disgusto por la línea editorial del Grupo Joly (yo por aquel entonces trabajaba en Europa Sur). Estaba especialmente enfadado porque ya no se hablaba del ya fallecido Alfonso Perales y de su papel en la reforma del Estatuto de Andalucía. Claro, lo de la línea editorial era una cuestión que se me escapaba, yo era un simple y llano redactor de Local. En estos casos, primero tratas de dar una respuesta convincente y si el contrario percute es cuando sacas a relucir el capote.
Pero el señor del otro lado insistía e insistía, ya con argumentos de que era lector de toda la vida, de la pérdida del espíritu de Blas Infante, etc. No me enorgullezco de mi respuesta final, tampoco del tono (recuerdo de nuevo en mi defensa que era ya casi la hora de salir). Fue algo así como: “Mire, si no está conforme, hay otros periódicos para informarse”. Él hombre acabó con un cortante “Gracias”.
Me viene a la mente este señor para hablar de la comunicación 1.0, 2.0 y 3.0 y seguimos avanzando. Básicamente, la posibilidad de que el receptor participe en la acción de comunicar. Antes el esquema era más sencillo. Emisor (periódico) posee el mensaje y receptor (lector) lo recibe. Era parte de la teoría de Jakobson que habíamos aprendido en la Universidad. No nos engañemos, éramos los reyes del mambo. Teníamos el poder de la información y si no: “Hay otros periódicos para informarse”.
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Pero todo cambió en poco tiempo y no nos dimos cuenta. Y en este punto me acuerdo de otra batallita. Una tarde se había propagado por Facebook que un grupo de estudiantes estaba organizando una macrofiesta para celebrar la llegada de la primavera en Algeciras. Evidentemente había que informar de ello, pero ya no valían las fuentes de toda la vida: Ayuntamiento, Policía, sindicatos… Básicamente porque no tenían ni idea. La información estaba en la calle de las redes sociales. Recuerdo a mi querida compañera María Selva (@mariaesp) buscando como una loca a través de los amigos de sus amigos (que si no me equivoco son tus amigos) hasta llegar al origen y luego tocó la mítica labor de contrastar. Por supuesto, la fiesta se celebró y la forma de buscar las noticias comenzó a cambiar.
He rescatado este post muy recomendable sobre el periodista del futuro. Recuerda que “el público ha dejado de ser un ente pasivo y participa, contrasta, produce información…” ¿Y cómo debemos ser los periodistas? Son esos adjetivos que a los periodistas nos repele de multitarea y polivalente. Mi profesor de tesis doctoral, Francisco Javier Ruiz San Miguel (@ruizsanmiguel), define al nuevo profesional como un gorrilla de la información. Algo así como: “Sigue este blog si quieres saber todo sobre la evolución del Euríbor y véte a esta página si deseas saber cómo será el nuevo Real Madrid de Ancelotti”. Me gusta la comparativa, aunque espero que al personal no le entren los mismos escalofríos que a mí cuando veo a un gorrilla que te pide dinero por haberte ayudado a aparcar en un sitio inmenso entre dos coches.
INTERESANTES REFLEXIONES.
ResponderEliminarÁNIMO E ILUSIÓN EN ESTA NUEVA EXPERIENCIA.
Muchas gracias por tus ánimos.
ResponderEliminarBuen blog, digno de un gran periodista. Mucha suerte, compañero y amigo.
ResponderEliminarGracias, Guille. Un placer ser de nuevo compañeros, ahora en la blogosfera.
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